La medicina europea alcanzó un nuevo hito con la realización del primer trasplante parcial de corazón en el continente. El procedimiento fue llevado a cabo con éxito por un equipo de especialistas de los Hospitales Universitarios de Ginebra (HUG), quienes intervinieron a un niño de 12 años con una compleja cardiopatía congénita.
Thank you for reading this post, don't forget to subscribe!La operación, considerada de altísima complejidad, empleó una técnica que hasta ahora solo se había realizado una treintena de veces en Estados Unidos. A diferencia de un trasplante tradicional, esta intervención consistió en la sustitución selectiva de las válvulas aórtica y pulmonar, responsables de la expulsión de la sangre del corazón, preservando así el resto de la estructura cardíaca original.
Un caso que desafió la medicina convencional
El paciente padecía una enfermedad en la que los grandes vasos de la base del corazón estaban fusionados, una condición que ya había requerido tres intervenciones previas. Sin embargo, la falla de las prótesis biológicas implantadas anteriormente agravó su estado de salud y elevó el riesgo vital.
El procedimiento estuvo liderado por Tornike Sologashvili, cirujano cardíaco pediátrico, quien explicó que en los últimos meses “los síntomas del paciente habían empeorado, limitando sus actividades físicas”.
Frente a esta situación crítica, el equipo médico propuso a la familia recurrir a la innovadora técnica, a pesar de que la experiencia mundial con este método no supera los tres años.
Una decisión valiente y un nuevo horizonte
La madre del niño, citada en el comunicado oficial del HUG, expresó el espíritu que acompañó la decisión: su hijo estaba “bastante entusiasmado con la idea de intentarlo, le daba mucho menos miedo que la perspectiva de una vida mediocre”.
La intervención se realizó con éxito, y el menor se recupera bajo estricta supervisión médica.
Un precedente para la cirugía cardíaca pediátrica
Este avance no solo representa una alternativa menos invasiva que el trasplante total, sino que también podría reducir la necesidad de tratamientos inmunosupresores a largo plazo, mejorando la calidad de vida de los pacientes pediátricos.
El niño presenta una evolución favorable, lo que marca un precedente histórico para la medicina cardiovascular infantil y abre la puerta a tratamientos más personalizados y conservadores para casos complejos.
