Arturo dejó unos pasajeros en el Hotel Montaña, de inmediato se dispuso a regresar a La Grita. Contempló el cielo breves momentos. No había nubes, en el cielo azul marino titilaban las estrellas y la luna en su cuarto creciente alumbrada con tenue claridad, pensó: « ¡Qué hermosa noche». Arturo prendió el automóvil y se deslizó por la carretera en descenso, a los lados se perfilaban las casas y los matorrales.
Se abrochó la chaqueta para protegerse del aire gélido que entraba por la ventanilla del vehículo. Pensaba: «La noche no está clara pero al menos puedo distinguir la carretera y lo que está en sus orillas». Alrededor de una curva con los faroles del automóvil alumbró la figura de una mujer de formas esculturales, estaba a su derecha y le hacía señas de que parara. Detuvo el vehículo y le abrió la puerta.
– ¡Buenas noches! – le dijo.
– Buenas noches – contestó la joven con suave voz.
– ¿Hacia dónde va?
– A La Grita.
Arturo no hablaba, iba sumido en sus pensamientos: – « ¿Quién será?, ¿por qué sale sola a estas horas? Debe ser muy bella, pero, ¿por qué no se deja ver el rostro?
Iban llegando a La Grita. En la lejanía aullaban los perros, sin saber por qué Arturo sintió un escalofrío y los vellos se le erizaron. « ¡Qué raro, esto no es de frío!, más frío hacia arriba en el Hotel Montaña». Miró al cielo cubierto de nubes, ráfagas frías las empujaban.
Se fijó de nuevo en su acompañante, la adivinaba bien parecida, se dijo: « Me gustaría verla a la luz, debe ser preciosa». Cuando estaban llegando a la Plaza Jáuregui, ella susurró:
– Aquí me quedo, gracias.
Arturo detuvo el automóvil. Preguntó:
– ¿Cuál es su nombre?
– Margarita.
Abrió la puerta y su esbelta figura se esfumó en la noche. Arturo de nuevo sintió escalofríos. Muy impresionado llegó a su casa y se acostó. Soñó con una bella mujer a quién él quería ver el rostro y siempre que se acercaba ella se alejaba. En la mañana, cuando limpiaba el automóvil para ir a trabajar, encontró una margarita recién cortada, estaba donde se había sentado la joven.
Contó lo sucedido a un compañero de trabajo, él muy preocupado, comentó:
– A mí me ha ocurrido lo mismo. Ella no es real, es una aparición.
– Por una especie de venganza hacia los choferes que circulan por esa carretera
– ¿Por qué?
– Dicen que era esbelta, bien parecida y con una cara preciosa. Un día se fue a una fiesta con unas amigas. Después de bailar, cuando casi todos estaban borrachos, unos jóvenes se la llevaron en un taxi y en una casa cerca del Hotel Montaña abusaron de ella. Como ella se resistió, la maltrataron, les desfiguraron el rostro y la mataron.
Y desde ese entonces en los meses cercanos a su muerte, Margarita aparece en la vía el Hotel Montaña – La Grita a los hombres que transitan a media noche por esa carretera.
– ¡Qué crueldad!, ahora comprendo por qué no dejan que le vean la cara.
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Leyendas del Táchira – Lolita Robles de Mora
Redacción web: Pasatiempos